¿DÓNDE COMENZÓ TODO?
Si le pregunto a cualquier ser que presuma de persona, especialmente mujer en este planeta, si le da miedo estar delgada o tener el cuerpo de sus sueños, seguramente me va a ver con ojos de:
«Esta vieja está loca, por favor enciérrenla»
Pero la realidad es que aunque nos parezca disparatado, ser delgada puede encender en nosotros, botones de pánico, ya que pueden estar sembradas en nuestro interior memorias sumamente amenazadoras y dolorosas. Estos temores pueden ser los causantes de que no logremos nuestros objetivos o de que una vez alcanzados, regresemos corriendo a nuestros conocidos kilos.
VAMOS A DESNUDAR ALGUNOS DE ESOS TEMORES:
– El miedo a ser vista:
Los kilos pueden ser un perfecto escondite para no ser “atractiva”. Nos dan la posibilidad de pasar bastante desapercibidos, por lo menos en el terreno sentimental y sexual.
– El miedo a ser vulnerable:
Hay una fantasía inconsciente de que ser delgada es igual a volver a ser niña (o). Y esa fantasía puede desatar mucha ansiedad, si tomamos en cuenta que para la mayoría, nuestros principales temores quedaron sembrados a edades tempranas.
– El miedo a que aun siendo delgada, no se cumpla mi fantasía de ser amada como yo quiero:
Tenemos la fantasía de que ser delgadas es igual a ser amadas y que nuestro príncipe vendrá nos rescatará y nosotras ligeras volaremos entre sus brazos y ¡Oh decepción! Cuando a pesar de parecer Cenicienta, no revive mi madre para decirme cuanto me ama y mi madrastra sigue odiándome…
– El miedo a defraudar:
Cuando logramos adelgazar y la gente a nuestro alrededor, nos hace ver lo maravillosas que nos vemos, se genera un gran miedo a defraudar a toda esa gente. Además de la enorme presión, se disparan las memorias de no aprobación que hemos recibido a lo largo de nuestra vida y una gran fuerza puede aparecer rebelándose y haciéndonos regresar a ponernos nuestros antiguos kilos encima.
– El miedo a seguir sufriendo:
Muchas personas encuentran complicado manejar la realidad de que aun siendo delgados, sigue habiendo dolor en sus vidas.
– El miedo y el dolor de que esa “gorda” espantosa que quedó atrás también era YO:
Cuando estamos convencidas de que estar gorda es el peor castigo que hemos recibido, no es de extrañar que si adelgazamos y nos quitamos esa “maldición”, quede en nosotros la sensación de que mientras teníamos más peso éramos malas, inadecuadas, indeseables, etc. Pero la novedad es que los kilos no se llevan nuestra memoria, ni nuestros órganos y sobre todo: No se llevan nuestros sentimientos. Y una parte de nosotros se “duele” al escuchar lo mal que hablamos acerca de esa “gorda” que en realidad somos nosotras mismas.
– El miedo a no ser tomada en serio:
Muchas personas reportan que aparecen muchos sentimientos encontrados porque en su percepción, las personas delgadas y con buenos cuerpos, son vacías y poco serias. Así es que cuando adelgazan y reciben algún halago, sienten que traicionan a esa parte “intelectual, madura y seria” que tanto trabajo les ha costado lograr.
– Que si adelgazas no serás capaz de ser fiel o de quedarte en una relación que ya no te satisface.
– El miedo a no ser víctima:
Si ya no hay sufrimiento… ya no hay pretexto!
Hay una gran toma de responsabilidad.
– El miedo a tener que vivir siendo “perfectas”
¿CÓMO LOGRAR HACER FRENTE A ESTOS MIEDOS?
– Aceptando y aprendiendo a amar a la que soy hoy.
– Reconociendo que ya somos perfectas.
– Asimilando que cada etapa de nuestra vida, nos brinda las herramientas que necesitamos, entre ellas, el peso.
– Haciendo fantasías guiadas para visitar a nuestra “delgada” y así revisar que sensaciones vienen; esto nos va a dar muchas pistas (yo cuando me imagino muy delgada siento que me “rompo”).
– Trabajando mucho en que hoy como adultos tenemos la capacidad de tomar la responsabilidad de nuestra vida y nuestras decisiones.
– Recordarnos que podemos defendernos y decir que no a una relación o rechazar una invitación aun cuando seamos delgadas.
– Recuperando la sensación de que nuestra esencia se mantiene intacta pesando los kilos que pesemos.
– Llevar un proceso integral dándole prioridad al manejo de emociones.