En el marco de aprendizaje que hemos tenido, no pocos somos los que creemos ciegamente que valemos por los kilos que perdemos, por lo acinturadas que estamos, por lo bien cuidado que tenemos el cabello, por lo altos, exitosos, fuertes o poderosos que seamos.
Esto hace que pongamos demasiada atención en atender estos aspectos con la esperanza de que si los mantenemos controlados y perfectos, no tendremos que modificar el interior, es más a veces ni tomamos conciencia de que hay cuestiones que trabajar que no sean las obvias.
Y ocurre que al poner nuestra valía y nuestra estructura en lo aparente, material, externo, cuando algo de esto se altera o falta, nos desmoronamos.
Un ejemplo muy claro me lo compartió una gran amiga cuando impartimos juntas un taller de manejo de estrés en el que nos hizo notar que cuando cayeron las torres gemelas de Nueva York, aun cuando todas las personas presenciamos el mismo evento, la reacción de cada persona fue distinta, especialmente para quienes lo presenciaron en vivo ocurrieron varias cosas diferentes: hubo quienes sin tener conocimientos médicos, salvaron vidas y curaron heridas, también quienes se mantuvieron alerta y resolviendo, otros quedaron literalmente paralizados, otros se quitaron la vida, muchos más perdieron la razón.
Uno de los factores que marcaron sus reacciones fue el nivel de estructura interna de cada uno; quienes la tenían fincada en el exterior, fueron quienes se desmoronaron al ver que esa gran estructura simbolizada por las torres se desplomaba. Por el contrario, quienes contaban con la suficiente construcción interna, no es que no les impactara el hecho, si no que encontraron elementos en su interior para re-armarse.
Uno de los miedos ocultos que he encontrado común entre las personas que tengo la oportunidad de acompañar en el proceso de re-conectarse a través de su relación con la comida es el que aparece cuando hay una creencia profunda de que serán personas diferentes cuando bajen de peso; cuando revisamos sus fantasías acerca de ser delgada, muchas se encuentran a sí mismas, soberbias, incapaces de saberse detener ante sus impulsos sexuales, desbordadas, carentes de sensibilidad, etc. Es como si tuvieran que despedirse de los aspectos de su personalidad que se desarrollaron mientras se mantuvieron con sobrepeso. Es curioso que en éste estado se encuentran con que son más compasivas, empáticas, contenidas, serenas y prudentes. ¿Esto a que nos lleva? A que sea en muchas ocasiones aterrador estar delgadas porque inconscientemente sienten que van a perder una parte importante de ellas.
Como todos esos miedos y percepciones son meras creencias y fantasías, la forma de retomarlas y re dirigirlas es reforzar la parte de nosotros que es nuestra “columna vertebral”, nuestro Yo real, eso que somos más allá del peso, del dinero, de nuestras relaciones, empleo, color, etc.
Curiosamente no es común que estemos en contacto con lo que en verdad somos porque aprendimos a: ser en relación a lo que se espera de nosotros, lo que pensamos que se espera de nosotros, lo que nos han dicho que debemos esperar de nosotros, lo que es aceptado, lo que nos da pertenencia, lo que “está bien”, o también nos encontramos poniéndonos máscaras para evitar ser lastimados.
LO HECHO, HECHO ESTÁ Y ES HORA
DE PONER MANOS A LA OBRA PARA RETOMARNOS A NOSOTROS MISMOS. ¿EMPEZAMOS?
El primer paso es que escribas en una hoja lo que te define como persona y que no cambia con las circunstancias.
Por ejemplo: mujer, con amplia experiencia en cuidado del hogar o en el área de relaciones públicas, administración de personal con gran habilidad para implementar nuevas ideas, con capacidad de ayudar en circunstancias de crisis, con conocimientos en plantas, medicinas, desarrollo humano, con tendencia nata a hacer amigos, solucionar problemas, apoyar pacientemente a quienes amo, con un amplio sentido de responsabilidad, guerrera que ha logrado mantener unido mi hogar a pesar de las carencias, segunda hija de mis padres, hermana de un hombre y dos mujeres, amiga fiel, divertida, confiable, con miedo al compromiso, en busca de vivencias que me ayuden a descubrirme, con un camino recorrido en el terreno espiritual…
Si haces esta descripción, te darás cuenta de eso que ya eres, que ya sabes, que ya tienes y a medida que lo asimiles y lo fortalezcas, irás creando una estructura mucho más firme en la cual apoyarte y la idea es que hagas conciencia de que aunque la vida te columpie de un lado a otro, tendrás un pilar súper firme que te sostenga y así ir derrumbando las creencias que te hablan al oído diciéndote: Cuando adelgaces serás mejor persona, cuando tengas novio serás plena, cuando te quede el vestido talla 5, serás más segura de ti misma o por el contrario aquellas otras que aseguran; si adelgazas te convertirás en una cualquiera sin control, no sabrás como parar las aproximaciones sexuales, abandonarás a tus padres, serás infiel a tu marido, etc.
Ser plena, segura de ti misma, sensible, capaz de poner límites, asertiva, fiel, buena amiga, hija responsable, no es cuestión de peso, ni de dinero, sino de decisión y de acción.
A medida que definas tus propios valores, deseos, fortalezas, debilidades y alcances, te darás cuenta que pase lo que pase eso no se pierde y créeme que comprenderlo así genera una deliciosa sensación de bienestar y seguridad porque te darás cuenta que mucho por lo que “luchas” ¡¡¡ya lo tienes!!! Y entonces en lugar de gastar esa energía en tu lucha, la puedes utilizar para alcanzar tus metas partiendo de bases mucho más firmes.
Cada vez que te escuches diciéndote que no quieres ir a una fiesta o a algún lado porque estás “gorda” y nada te queda bien, recuerda qué es lo verdaderamente importante de ti y de la reunión a la que vas a ir. Aunque para ti sea el cómo te veas, si haces un análisis más objetivo, podrás entender que lo que en realidad vale son las pláticas, las risas, tu dulzura, tu presencia, los momentos vividos, etc., y que eso que tú eres, que aportas, que sabes y que has experimentado, escuchado, hablado, visto, bailado y cantado no te lo quita nadie… ¡Ni los kilos!