Bienvenida Lilia, estás de vuelta.
Me paré frente a los muebles de ropa que llamó mi atención. Sabía que una o dos blusas no me vendrían mal. Colores variados, también pantalones y vestidos colgados junto a trajes de baño. Hacía mucho que no me detenía sin prisa para escoger algo especial para mí. Comencé a buscar tallas y como en toda tienda, las grandes están al final o son las de abajo, de picada un clavado me llevó hasta allá.
Una sensación distinta se apropió de mí ser al ver los tamaños que antes habité. Mi conciencia me trajo al presente y con mucho miedo distinguí entre grande y mediana, mediana y pequeña. Mi incredulidad me hizo solicitar la ayuda de una chica de la tienda:
- Señorita, ¿usted cree que esta falda me quede? ¿Combinará con esta blusa?
Pregunté con cierta desconfianza
- No creo necesario que se la pruebe, es evidente que le queda. Su talla es la pequeña señora. ¿Puedo ayudarle en algo más?- concluyó amablemente.
Me dieron ganas de contestarle que sí, que por favor me ayudara a notificar en el espejo que esa era yo, parada ahí como hacía muchos años no me veía.
Si Dios me hablara seguro que lo haría acerca de mi temor a encontrarme de nuevo, a sentirme nuevamente “yo”.
Y es que este viaje comenzó hace unos meses, cuando motivada por el deseo de encontrar respuestas para mis coachees y apoyar a mis hermanas en el tema de sobrepeso, decidí participar en el diplomado de Adri Esteva “comiéndome mis emociones”. Recuerdo perfecto la primera clase en la que muy firmemente Adri aclaró que no se trataba de un curso para bajar de peso. Fue grande mi sorpresa pero mi prudencia no me dejó preguntarle ¿y entonces qué crees que hago aquí? y abandonar en ese momento el lugar.
Hoy bendigo mi prudencia porque quedarme fue lo mejor que me pudo pasar. Inicié un viaje precisamente hacia a mí y en ese proceso de reconstrucción de los hechos y el recuento de los daños, también decidí quedarme conmigo.
Entre clase y clase, se asomaron mil confesiones de compañeras del “mismo dolor”, de la misma forma que anécdotas del pasado y ejercicios de meditación me catapultaron a mi infancia. Durante estos meses recorrí como peregrina mi vida pasada hasta llegar a la actual, palpando en cada estación los dolores, alegrías, enojos y miedos que han vivido allí.
Hoy también sé que no se trata de ti, de los demás, ni de ellos, se trata de mí, de lo que habita en mí ser y que da luz a lo que soy. Dejar los impulsos, las obsesiones y resistencias es cosa difícil si no enciendes la luz. Adriana Esteva me ha ayudado a encenderla para desearme quedar y habitar a la Lilia que soy, a esa que deseo ser.
Mucho alivio y tranquilidad han sido bienvenidos a mi vida, varios kilos también se han despedido, eso sí, reverencia y honra les he manifestado como muestra de mi reconocimiento por estos años de acompañamiento en los que me fortalecieron para enfrentar lo que tocaba vivir.
Afirmo que el tiempo está al amparo de Dios y por eso es perfecto; alivio encuentro en el alma porque ni antes ni después pudo ser el mejor momento para decir adiós con amor a las ataduras del miedo y la angustia, dando cabida no solo en mi cuerpo sino en el alma, a la bendición más grande que es habitarme.
Gracias querida Adriana por compartir una fuente de energía y amor incondicional hacia una misma y acercarnos a ver la vida con los ojos del alma.